lunes, 18 de julio de 2011

3, 4, 5


Volksempfänger modelo VE301, la radio para todos

Cuando no existía la televisión y mucho menos internet, la radio era el medio de difusión masiva más poderoso. Goebbels, quien parece haber inventado todo lo que un político inescrupuloso necesita saber luego de Maquiavelo, solucionó el difícil acceso a estos aparatos costosos gracias a “la radio del pueblo” (Volksempfänger)

Este artefacto “ nac & pop” era barato y sencillo, y ofrecía algunas ventajas: su recepción era tan limitada, que no captaba radios extranjeras. En 1932 se creó la “Corporación de Radiodifusión del Reich”, que implicó la sustitución de la publicidad y la programación convencional por la emisión de mensajes políticos. Erich Scholz, ministro del interior y el antepasado de algunos intelectuales que me vienen a la memoria, dijo “la radio alemana sirve al pueblo alemán. Así que todo lo que degrada al pueblo alemán debe ser excluido de ella”.

Y ese pueblo alemán llegó a batir el récord en cantidad de radios en Europa (70% de los hogares), pero sólo podían escuchar información políticamente correcta. Los discursos de Hitler eran emitidos periódicamente y programas de debate sobre la esencia del Nacionalsocialismo. Solamente música alemana, siempre y cuando no fuera el “negroide y decadente” jazz ni música judía.

Durante el período de la Segunda Guerra, algunos ciudadanos se las ingeniaron para agregar antenas que permitieran captar ondas extranjeras. Pero el Estado lo prohibió bajo el crimen de alta traición, y la Gestapo podía arrestar a quien fuera sorprendido haciéndolo.

Hitler ya estaba echando mano a la Televisión, que en 1935 comenzaba a emitir 3 veces por semana. Pero la guerra frenó la expansión de este capítulo.

(fuente: www.cabovolo.com)

jueves, 14 de julio de 2011

Das Absurde macht frei


Government bureau (1956), George Tooker (emptykingdom.com)

La frecuentación del absurdo nos lleva a la normalidad.


martes, 12 de julio de 2011

La batalla por el relato


"Repetición", de Ryohei Hase (emptykingdom.com)

“Da asco la mitad de Buenos Aires”, Fito Páez dixit.

Yo leo esta noticia desde México en los diarios, en Twitter, en Facebook, junto a los comentarios de mis familiares, amigos, conocidos, extraños y referentes. Nunca son suficientes las voces encerradas en las palabras impresas en las pantallas de los distintos ordenadores que uso durante el día. Trato de entender los acontecimientos a partir de las ondas concéntricas que producen las voces de mis compatriotas. Y a veces no llego a comprender el tamaño de la piedra que rompe la superficie del agua. Porque no soy testigo más que de un eco. Pero estruendoso.

No soy un analista político profesional. No podría soportar el duelo singular con cualquiera de los filósofos, semiólogos, historiadores y compadritos que libran la batalla por el “relato” de esta época. Pero no puedo menos que darme cuenta, a la distancia, de algunos hechos: la existencia de la batalla y el relato, por ejemplo. Amo los relatos de batallas, pero jamás había considerado una batalla por el relato.

La realidad tiene tantos puntos de vista que necesita ser domesticada por el que pretende el poder. La simplificación de las percepciones colectivas se da en un relato ilustre que se espera sea adoptado por todos. Pero esto no lo ha logrado ni la Biblia. La pretensión de un poder político o de un medio informativo de establecer el relato predominante, ha dado origen a una verdadera batalla. A una guerra por la interpretación de la realidad, con fines propagandísticos, no filosóficos. Como en la Contrarreforma.

Así, la “revolución por el bienestar” proclamada en un extremo puede ser leída como la “tiranía de un grupo de corruptos” desde el otro lado. A medida que la lectura se polariza, y que los grupos en disputa se consolidan en su fuerza y la miden con el contrario, mucha gente acompaña, sumisa, esta violencia conceptual. La batalla de los poderosos baja a convertirse en disputa entre quienes realmente tienen el poder pero ya lo han olvidado. El apetito (práctico) por la concordia da lugar a una rabieta (histérica) donde el bien más preciado es “tener razón”. La realidad no es más que una percepción condicionada por el relato de una realidad. La ficción triunfa. Los matices caen en la trinchera. Nos volvemos personajes de una revolución o una resistencia que ni siquiera sabemos si existen.

Así, un poeta, un músico, un artista que siempre se ha mostrado aplicado a la hora de defender derechos fundamentales del hombre, un tipo capaz de cantar al amor, se arroja al precipicio de los tontos al poner en su boca una descalificación masiva. Le da asco media ciudad, un porcentaje más o menos exacto que describe al de la población que votó por un candidato que a él no le gusta. Y que canta su voto. Si hubiera tenido simpatía por Pino Solanas, digamos, le daría asco aproximadamente el 80% de la ciudad. Igual, es interesante esta partición al 50%, la más adecuada a una verdadera batalla bipolar.

¿Y por qué lo dice? ¿Por qué es necesario afirmar una militancia con tanto énfasis negativo? Porque no afirma amar la propuesta oficialista de Filmus, sino odiar hasta el asco a su contrincante. O peor, a la ciudadanía que, equivocada o no, lo votó. ¿Por qué esa histeria de unos y otros de salir embanderados a la calle, de mostrar una ideología fluorescente? Contestarán que lo que está en juego lo amerita: la recuperación o la pérdida del bienestar, de la libertad, de la esencia.

Más bien yo observo que se ha consolidado una idea peligrosa, que es la de la necesidad de identificarse, como cuando en la época de los militares la falta del documento en el bolsillo podía significar la muerte. Porque aquel que no lo hace corre el riesgo de quedar atrapado en la batalla y ser tildado de fascista, terrorista, zurdo u oligarca. De trabajar para la opo, la corpo, los montos o Magnetto. Debe quedar en claro el color del uniforme mental que nos distingue, la jerga y los guiños, la iconografía y la música, y, mucho más: el odio que se espera de nosotros.

No creo que reemplazar el pensamiento por la ortodoxia gritona y maniquea nos lleve al bienestar, la libertad o la esencia.



viernes, 8 de julio de 2011

El perfume de la mañana


Fragrance, Diver & Aguilar (photographyserved.com)

Cada mañana, muy temprano, entro a un ascensor donde persisten perfumes abandonados por sus dueños, fantasmas gentiles, auras perdidas.

Cuando viajo acompañado, percibo como la fragancia forma parte de la estrategia de construcción de una presencia. Así como hay personas que parecen haberse vestido de prisa y sin concierto, con perfumes no totalmente aferrados, otros lucen nuevos, impecables, recién estrenados como la mañana. En estos últimos, hay acento francés en su olor y una cierta jactancia que proviene de una absurda idea de la inmortalidad.

Mis compañeros de ascensor de la mañana se dividen entre los que apenas se resignan por haber abandonado su hogar y aquellos que tienen el hogar en sus proyectos. Sus olores dialogan y rara vez llegan a acuerdos. Supongo que si los personajes hablaran, tendrían un rosario de disensos que disimularían con un ritual bien aprendido, entre cordial e inexpresivo. Pero no hablan, se saben pertenecientes a cajas diferentes, a negocios diferentes, a vidas diferentes. Lo único que admiten compartir es un ascensor donde no se cruzan las miradas. Pero donde, sin embargo, los perfumes buscan escapar de su misión única y su vida fugaz. Como todos nosotros.


jueves, 7 de julio de 2011

Lugar común en blanco y negro


Dancing in the dark iii, de Jasmina Stysiak


?, de Jessica Marie Schroer


?, de Theo Guicheron (emptykingdom.com)



Estoy harto de los fotógrafos de jóvenes eslavas flacas, ojerosas, desnudas después de una mala noche en un cuarto deprimente.

martes, 5 de julio de 2011

Media lengua


Título desconocido, de Antony Micallef (emptykingdom.com)

Me lamento con la profesora porque me cuesta escribir; necesito practicar un poco más. Mi portugués leído, oral, no está tan mal. Pero a la hora de redactar dibujo un rosario con palabras de distinta procedencia: español, italiano, francés, y algo de portugués, de vez en cuando.

La carioca acepta y me sugiere “A vida na minha cidade é…” ¿Y cuál es mi ciudad? “Vocé vive aquí”. Es cierto. No puedo poner más obstáculos filosóficos porque mi texto no nacerá jamás.

“Rutinaria” es la primera palabra que se me ocurre. “Rotineira” en portugués, ni ella lo recordaba. Pero no es un experimento minimalista; no puedo dejarlo así. Lo que sigue es básico, esforzado, como dibujar un hombre con palitos. La carencia de vocabulario, el escaso dominio de los usos gramaticales, me llevan a describir aspectos aislados de mi vida con una expresión paupérrima. Experimento algo que me aterra: la imaginación encarcelada. Paso a veces por períodos de mutismo en los cuales no se me ocurre nada que decir, pero es diferente de esta torpeza causada por el desconocimiento. Cuando uno no se monta sobre las alas de su idioma bien conocido, escribir es como tratar de hacer volar a un elefante muerto.

“Eu trabalho muitas horas…” “O resto de meu tempo libre fico en casa…” “Gosto muito de fazer pequenos viagems…”, desde la época de “La Vaca” no escribo algo tan pobre.

La profesora festeja lo que llama -generosamente- una evolución en la escritura. Supongo que haría lo mismo si volviera a trazar las primeras letras luego de un accidente cerebral.

Yo quedo asustado tras haberme asomado al abismo de la falta de palabras.