viernes, 16 de diciembre de 2011

Mutismo



Luca Pierro, fotografía de la serie "Flour Selfportraits" (photographyserved.com)


Cada día hablo menos. Digo menos. Escribo menos, lo que es lo mismo.
Como en el tráfico del DF, donde es posible pensar por momentos en que no entra un auto más, hay tal fárrago de palabras ocupando el espacio que me inspira una actitud ecológica: elegir con mucho cuidado las propias.
El contexto te lo hace saber de alguna manera. Te recuerda que dices lo que dices porque eres extranjero, porque eres hombre, porque eres un gruñón, un crítico, un reaccionario (o un revolucionario), un inconformista que en lugar de envejecer en una posición acomodada decides, una vez más, ser la costilla fuera de lugar.
Hay un lenguaje que no abulta, que es vapor, y otro que configura realidades. Un lenguaje práctico y otro, digamos, mágico. Este último debe usarse con credenciales o evitarse cuidadosamente. El resto, que ocupa redes sociales, medios de comunicación y la simulación cotidiana, se expande y llena todas las grietas del sentido. Como ese material que viene en un aerosol y se convierte en una espuma que se solidifica y sella, de manera poco elegante pero efectiva.
Cada día hablo menos. Digo menos. Escribo menos, lo que es lo mismo.
El mutismo aquieta las ideas. El paisaje del pensamiento está hecho de palabras. Cuando uno decide podarlas llega el otoño de la mente. Empiezo a encontrar un morboso placer en caminar entre estos árboles desnudos, silenciosos.
De pronto me descubro escribiendo algo en la arena. Pero me lo guardo para mí.