jueves, 23 de diciembre de 2010

Vuelo de ojos rojos


Lord knows I tried, de Karl Kwasny

La disritmia circadiana o jet lag parece ser una dolencia metafórica.

Al llegar a destino y al volver, el cuerpo resiente la diferencia de huso horario, porque su reloj interno ya ha sido ajustado al del lugar donde ha vivido los últimos días. No encuentra el ritmo del sueño ni del apetito. Se pone sensible a otras diferencias, como el clima, la altura o la densidad de la atmósfera.

El cuerpo –o su probable esencia invisible- sueña en otro idioma. Es difícil reencontrar las palabras o su acento al intentar hablar en los reencuentros.

Aumenta la confusión cuando la reciente presencia se convierte en recuerdo o nostalgia punzante, produciéndose la sensación inversa con los que nos esperan al volver. Confirmo mi reciente intuición de que todo reencuentro es contemporáneo a una nostalgia.

Finalmente uno termina considerando que ha quedado desperdigado a lo largo de los destinos del viaje; esto hace más difícil el descansar con propiedad.

La Espironolactona e incluso el Viagra se experimentan para anular los perversos efectos del jet lag. Quedarse quieto es otro: felices de aquellos que han reunido sus afectos a la distancia de una caminata.