viernes, 8 de abril de 2011

La realidad en Blanco y Negro


Dead End, fotografía de Geoffrey Gilson (photographyserved.com)

"Eres un pesimista, ves siempre el vaso medio vacío!

-No, lo veo medio lleno pero de veneno."

(Woody Allen, en “Scoop”, 2004)

El Fascismo es la única corriente original de pensamiento político que nació en el conflictivo siglo XX. Sus procedimientos dejaron de ser una novedad ya a mediados de los años ´30, sobrevivieron a la Segunda Guerra y moldearon (o deformaron) lo que quedaba del siglo, la manera de hacer política, de fortalecer el poder y abismar a la Humanidad. Una de sus “bellezas” ideológicas es la creación de la conciencia del “enemigo común”, aquel que acabará con la pobre nación victimizada en cuestión. Ante ese enemigo común, generalmente imaginario o arbitrario, no debe demostrarse ningún tipo de piedad. Allí surge el componente irracionalista y violento de esta ideología: o estás conmigo o estás en contra de mí, y de ser así, no mereces ningún tipo de tratamiento digno.

Estamos rodeados de regímenes fascistas, por lo menos en algunos de sus componentes, aunque no cumplan con todas las normas del manual. Es fascista una potencia democrática, una monarquía tradicionalista, un gobierno populista y hasta una asociación de fútbol nacional. En gobiernos de derecha o de izquierda o de centro. En Argentina decimos que es nuestro “enano fascista” y tiendo a creer que es verdad: los procedimientos fascistas parecen virus residentes en nosotros, que se disparan en la menor oportunidad de dominio. Pensándolo bien, podría considerarse que el apetito de poder y de perdurabilidad en el poder, tiene un perfume fascista anterior incluso a la ideología expresada y documentada.

Para provocar pasiones tan extremas, el poder fascista tiende a reducir los matices de la realidad a sólo dos: la noción del bienestar encarnada en el gobierno y la amenaza de disolución encarnada en el opositor. Una visión del mundo en blanco y negro. Como toda simplificación extrema, es injusta, limitada, torpe, peligrosa. E irreal. No sólo existen terceras (cuartas, miles de) posiciones, sino incontables maneras de ver los mismos problemas. Desde la falacia principal de este tipo de oposiciones polares: su inspiración en el binomio central de los sistemas religiosos occidentales, la idea del Bien versus el Mal. Es bastante posible que ninguno de los dos (gobierno y oposición) sea totalmente positivo o negativo, o pudiendo ser ambos positivos o ambos negativos. Depende del punto de vista y la atribución de valores, subjetiva o cultural. Y que haya muchos otros grupos de presión e interés, además del gobierno y la oposición.

Últimamente todo lo que leo de mi país, sean los diarios o los chats con amigos, familiares o contactos laborales, está atrapado en el pensamiento bipolar. Amigos que hablan como miembros de la Stasi, familiares que están asustados como si estuvieran a punto de ser exterminados o tienen la firme voluntad de exterminar, si pudieran, al enemigo. Son pocas las voces moderadas o independientes, casi ninguna inteligente; parece haberse acabado la imaginación para buscar salidas consensuadas y campea en la niebla de guerra un olor a odio. Tampoco está bien vista una tercera (o cuarta o quinta…) posición, que se considera falta de compromiso, pecado de tibieza o complicidad.

Acaban de decirme, como desautorización u opinión piadosa, que desde lejos el registro de la realidad es difícil. Es cierto que uno se pierde elementos, pero en esta época no estamos realmente lejos de ningún lugar al que decidamos prestarle atención. Lo contrario también es válido: ¿cuán realmente cerca está aquel que comparte la ciudad con los representantes del poder?

Me disgusta el empobrecimiento de la realidad tanto como la amenaza hacia quien no acepta la alineación en este combate imaginario. Un mundo en blanco y negro es mucho más cruel que uno con matices. Y suele terminar mal.