martes, 12 de enero de 2010

Sobre cómo se construyen recuerdos


Cuando, de acuerdo a unos cálculos probabilísticos sencillos o una simple corazonada, alguien sabe que está por vivir o ya inmerso en una circunstancia excepcional, deseada o fulgurante, puede fabricarse un recuerdo. Este acontecimiento, cabe aclarar, debe ser precario. En razón de su prestigio o su eventualidad, dura poco y merece ser retenido.
Un reencuentro, una despedida, la caída de una estrella o el nacimiento de una mariposa califican, aunque es difícil afirmar genéricamente qué merece el esfuerzo de la vaga perennidad de la memoria. Cada uno sabrá.
Construir un recuerdo es parecido al acto de sacar una foto, pero con la mirada, atenta y voraz. Se parece a oler, a tocar, a escuchar, a sentir, en general, pero con el auxilio de una atención fanática.
(Todo en la vida es estar atento. El recuerdo es hijo de la atención, como el descubrimiento).
Fabricar un recuerdo sobre algo es como amarlo, pero con conciencia de su fugacidad. Es saber que ya se va, y que nos puede quedar de él una escritura secreta, para leer de vez en cuando. Por esta razón lo amado es lo que más se adapta a la fabricación de recuerdos, siempre y cuando se haya burlado la pretensión de eternidad.

Yo, por el ejercicio reiterado de esta sencilla técnica, puedo evocar con bastante precisión recuerdos llenos de detalles. Mi memoria es mala en general, pero se vuelve un instrumento implacable ante determinadas escenas de mi elección.
Hace unos días apenas, estaba yo fabricando unos recuerdos cuando descubrí una consecuencia indeseada del procedimiento, quizás una compensación. Al concentrarme en la aprehensión de cada detalle de la escena, la luz, el olor, las pequeñas variaciones de un gesto, me sentí resbalar en el corredor del tiempo. Por un momento, el esfuerzo por detenerlo producía el efecto paradójico: lo aceleraba.
Entonces tuve que elegir si hacer fugaz aquel momento destinado a la memoria, o dejar que se prolongara para perderlo irremediablemente poco después. Como dejar un cigarrillo consumirse en un costado, o apresurar su final en bocanadas frenéticas.

Elegí elaborar un recuerdo perfecto.
Después de todo, no podemos vencer al tiempo, pero sí arrebatarle algo, lo mejor: un recuerdo. Porque todo lo que decimos amar, saber, sentir y defender no es otra cosa que memoria.