lunes, 25 de enero de 2010

Yo he visto irse a mi esperanza


Yo he visto irse a mi esperanza
tras un tranvía de camotes
rodando por la legañosa pendiente
del callejón de los muertos olvidados
y las gimnastas suicidas.
No me dicen nada
los edificios de cuencas oscuras,
los vendedores de venenos,
los asesinos de la madrugada
ni las iglesias de neón.
El desconsuelo se consigue de a peso
en mi esquina, en cualquier esquina,
junto a la voz falsa del profeta de la infancia,
la buena muerte
y el verdadero amor.