Filmus mira con una semisonrisa y la cámara lo sorprende, como su fuese el perdedor de la terna. Pero no, él es un senador y ex ministro de Educación. ¿Qué hace ahí?
Rozín esboza la misma sonrisa y acaricia su barba lanatiana. A él lo conocí cuando era productor, o asistente, o algo así, de Raúl Becerra en el Canal de la Mujer. Era un chico inquieto, pródigo en ideas, no todas buenas. Hoy forma parte de la concurrencia periodística que la cámara busca tomar para descubrir gestos polémicos.
Fernando Bravo está enojado o aburrido. Debe ser su quincuagésima entrega.
Aparece uno que otro periodista, actores, gente que está festejando alguna entrega anterior, o critica el vestido de alguna figura. En general hay desatención absoluta por el personaje en el estrado. La ceremonia del Martín Fierro, criticada y anhelada por todos, es una fiesta de la heterogeneidad y la dispersión. Pero es el único premio con algo de "charme" que nos queda.
Me sorprende una fuerte impresión de simulación: emoción, desencanto, elegancia, poder, en esta fiesta todo es simulación. El show debe continuar.
Y en el podio, Luis Majul, periodista "intenso" de acuerdo a su definición, agradece su "demorado" premio con un "polémico" discurso donde celebra que no hayan entregado su cabeza y pide a la presidenta que modere sus ataques a la prensa. Nada polémico, nada inspirado, pequeño, muy pequeño.
Majul en el podio y la semisonrisa de Filmus resumen este combate de fondo en el cual los oponentes tienen de todo menos grandeza. Es inevitable, luego de haberlos conocido de cerca, desear que pierdan todos.