jueves, 12 de agosto de 2010

Crónica exaltada (advertencia: es ironía)


En un amistoso pero agónico encuentro, los Guerreros Aztecas y la Furia Roja evocaron el combate de dos pueblos viriles, uno en busca de su independencia, otro por el fortalecimiento de su dominio, combate que comenzó hace 500 años pero que puso el tablero a favor de las libertades latinoamericanas hace 200. El Bicentenario entonces es el marco propicio para el encuentro de dos potencias: una, consagrada en el reciente Mundial de Sudáfrica, porta la copa y la presenta a la tribuna local, que la recibe con aplausos confirmando el honor que merecen los titanes de la Madre Patria; la otra, un grupo de guerreros jamás vencidos en combate frontal, inspirados por el fervor del pueblo al que representan, tradicionalmente dispuestos al sacrificio.

El encuentro marcial concluyó en un empate conseguido a último momento por la escuadra española, que deja en el pueblo el gusto de una casi victoria, de la confirmación de los merecimientos de una selección que está para campeona, y que ha sufrido –lo sabemos ahora- la zancadilla de una conspiración europeo-sudamericana, para quitarle el podio al cual claramente apuntaba.

Es para destacar el excepcional desempeño de la nueva divinidad del fútbol internacional, el Chicharito Hernández, más que un Chicharito, la pupila misma de Dios que apunta al arco contrario y vence, y vence, cargando el destino de su pueblo sobre sus espaldas y llevándolo, por fin, a la gloria.