Este paraguas de Alexander McQueen, con una calavera de plata en el pomo, definitivamente me seduce. Vivo en una ciudad en la que llueve a diario durante un tercio del año. Pero uno no justifica a un objeto de deseo por su utilidad, sino por lo que aporta a nuestra fantasía.
Por 500 dólares -una ganga- uno puede lucir como un legítimo vampiro posmoderno en cualquier oportunidad, siempre y cuando por lo menos esté nublado.