martes, 31 de agosto de 2010

¿Quién dijo que los paraguas son feos?



Este paraguas de Alexander McQueen, con una calavera de plata en el pomo, definitivamente me seduce. Vivo en una ciudad en la que llueve a diario durante un tercio del año. Pero uno no justifica a un objeto de deseo por su utilidad, sino por lo que aporta a nuestra fantasía.
Por 500 dólares -una ganga- uno puede lucir como un legítimo vampiro posmoderno en cualquier oportunidad, siempre y cuando por lo menos esté nublado.