martes, 2 de marzo de 2010

El mundo se parece demasiado

Tendría que haber estado en un viaje de trabajo en Las Vegas, en un hotel que tiene una torre Eiffel en la puerta, pero estaba en Cancún, que es más o menos como Las Vegas pero con playas. Claro, las playas más bellas que se puedan imaginar, pero a metros del agua los hoteles se parecen a otros de otros lugares sin playas. Excepto que aquel donde me quedo tiene una onda zen que combina elementos hindúes y japoneses y un restaurante que tiene un menú exquisito y seguro de combinaciones mediterráneas y del sudeste asiático. También leo que ofrecen carne "a la parilla (SIC)" con "auténtico chimichurri argentino".
Camino por un shopping donde encuentro locales de Kosiuko y Rapsodia a la búsqueda de alguna particularidad, un recuerdo que evoque las legendarias tierras mayas, una artesanía refinada y colorida como es la mejor artesanía mexicana. Los locales de "cosas típicas" lucen como inmensos almacenes llenos de baratijas que los norteamericanos ignoran olímpicamente, a menos que se trate de tequila a buen precio y ridículos sombreros de mimbre de ala muy ancha que usarán en el aeropuerto y luego formarán parte de una discutible decoración junto a Torres Eiffel de miniatura y alguna escultura africana.

Hoy el mundo se parece demasiado. Ya escribió Umberto Eco sobre "the real thing" en un artículo inolvidable, en el que destaca que USA trata de reproducir entornos conocidos para sus ciudadanos en cualquier lado o, de lo contrario, traer lo esencial del paisaje cultural de otra latitud a su propia tierra. De esa manera el mundo luce a Estados Unidos si uno sabe por donde ir.
Pero ya no parece privativo de conservadores y prósperos habitantes de Arkansas o Wisconsin. De forma más o menos consciente buscamos un derrotero de imágenes conocidas y seguras. Revisamos la vidriera de Rapsodia para ver si en Cancún, DF o Palermo Viejo encontramos lo mismo, tal vez en oferta. Comprobamos con placer que los linguini de la Riviera Maya tienen el mismo sabor que en Roma.
Ya no hay particularidades ni sorpresas a menos que uno las busque con lupa. Todas son franquicias, sucursales y cadenas. Nos llenamos de recuerdos parecidos y concluimos que el mundo es un pañuelo.
Me adormece esta idea. Y me aterra.